Allí estabamos...a la luz de una pequeña lámpara que no emitía demasiada luz... me apasionaba mirar tu gran espalda, que me sugería protección... con esos ojos que con cada mirada me decían “mátame a besos”.
Yo, con mi cuerpo desnudo ante el tuyo del mismo modo-aunque nunca tan bello- reposaba mi rostro sobre tu pecho, oyendo tus latidos y sintiéndolos como si fueran de mi propio corazón; mis manos, descansaban sobre tí de la misma forma, y ambos jugábamos con los pies del otro, como dos lazos de seda que se ataban y desataban sin cesar.
Mientras, tú tocabas mi pelo con una increíble delicadeza y con tu otra mano, tocabas mi rostro desde mi mejilla hasta sien suavemente, como si tu mano fuera un trozo de algodón.
Y todo esto, acompañado de tus susurros...tequieros incomparables, provenientes de tu incomparable voz.
Aquella reducida habitación me enamoraba, allí había pasado momentos de pasión inimaginables, entre aquellas blancas sábanas, sobre aquel mullido colchón y siempre contigo...con tu olor...
¡Cuánto amor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario